¿Amas incondicionalmente a tus hijos?
Te cuento por qué amar incondicionalmente no es suficiente.
Juan Bosque
8/1/20252 min read


Hace poco hablaba con un tío.
Me dijo:
“Si mi hijo la embarra, tengo que quitarle la confianza para que aprenda.”
Le pregunté:
“¿Y cuándo se la devuelves?”
Me respondió:
“Eso tarda mucho tiempo, tiene que volver a ganársela”
Luego le pregunté:
“¿Tú amas incondicionalmente a tu hijo?”
“Sí”, me dijo.
Entonces le dije:
“Si tu hijo la embarra, ¿pierdes el amor?”
Su respuesta:
“No, el amor es incondicional.”
Ahí pensé:
¿De qué sirve el amor incondicional si la confianza no lo es?
El amor se expresa de muchas formas. Una de ellas es la confianza. Pero solemos perder la confianza fácilmente, aun cuando el amor sea inquebrantable.
Si le encargas una tarea a tu hijo y la hace mal, probablemente no se la volverás a confiar. Aunque tu amor sea innegociable.
Confiar nos es mucho más difícil que amar.
Aún si te sorprende, como mi tío piensan muchos padres y madres.
En la crianza, no confiar es una forma de castigo
Lo que no sabía mi tío es que cada vez que le quitamos la confianza a un niño, no solo le quitamos la confianza que tenemos en él, sino también la que tiene en sí mismo.
Porque ¿Cómo puede un niño seguir confiando en sí mismo si quien más lo ama no confía en él?
Además, entre menos confíe en sí mismo, más difícil le será hacer cosas. Se equivocará más, y entonces tú confiarás menos en sus capacidades. Así se repite el ciclo.
En la carta pasada te contaba que el baile me enseñó que la educación y la crianza se tratan de encontrar un ritmo donde ambas partes se sientan seguras.
Perder la confianza es como perder el ritmo: rompe el baile, lastima el vínculo.
Tú te sientes peor, tu hijo se siente peor.
¿Quién gana?
…..
Mi invitación de hoy es que, en vez de hablar solo de amor incondicional, empieces a entrenar tu confianza incondicional.
Verás cómo el vínculo crece más puro, más honesto, más generoso.
Pero Juan, ¿cómo puedo confiar en mis hijos si la embarran todo el tiempo?
¿Qué esperabas?
Todos estamos aprendiendo. Solo fallando se aprende.
Piensa en las veces que tú te equivocaste.
¿Qué hacían tus padres?
…
Ahora, la decisión de que haya confianza en el vínculo solo depende de lo que elijas.
Porque tu hijo ya confía incondicionalmente en ti.
Desde que nace, confía en que lo vas a cuidar, que lo protegerás, que le darás amor, alimento, un techo.
No te juzgará ni te castigará si te equivocas. Te entiende. Sabe que estás aprendiendo, porque él también lo está haciendo.
Su confianza no se quebranta fácilmente.
Solo empieza a dañarse cuando tú le enseñas que dejar de confiar es lo correcto. Que así es la forma de relacionarse.
Solo ahí empieza a desconfiar de ti.
Pero tú solo te das cuenta en la adolescencia, cuando ya no quiere contarte nada.
Si estás usando la confianza para castigar, es muy probable que eso hicieron contigo.
Pero no te preocupes. Estás aquí para dejar de repetir el lenguaje de los adultos que vinieron antes de ti y empezar a hablar el de los niños que llegan.
Llegaste a la Escuela correcta. Aquí, vas a recordar muchas cosas que habías olvidado.
Confía en mí.